Soy Simón Vélez un arquitecto colombiano, mi obra se caracteriza por usar como elemento estructural y decorativo la guadua, un tipo de bambú de rápido crecimiento que abunda en los Andes colombianos. En el 2009 obtuve el Premio Príncipe Claus y en 2016 participé en la Bienal de Arquitectura de Venecia.
“Me gusta la política, creo en la política y soy muy activo, Organicé en mi casa un almuerzo para conquistar el apoyo de la élite bogotana a un político de provincia que soñaba con dar el gran salto a la escena nacional. En mi mesa se sentaron directores de medios, columnistas de estirpe y un empresario de las esmeraldas que, aunque consideraban que ya todo estaba decidido para las elecciones que se avecinaban, escucharon con paciencia el discurso bien planeado del advenedizo mientras cuchareaban en silencio un plato de fríjoles al estilo de su tierra. Para sus adentros se reían de un aspirante que parecía más un finquero que un estadista, y que como candidato presidencial apenas rozaba el dos por ciento de popularidad. Era 2004 y ese hombre que recitaba de memoria su diatriba antiguerrillera se llamaba Álvaro Uribe Vélez.
En la política unos sirven el almuerzo y otros ponen el dinero. he sido intermediario de personajes opacos que nunca figuran pero caminan por las sombras de la política haciendo de banqueros de segundo piso que financian candidatos como quien invierte —o apuesta— en la bolsa. Cuando ganan, algunos cobran en influencia, otros en efectivo y con intereses.
Me parece entretenido. Es la novela de la vida. Eso es excitante. Y por corrupto que sea un político es peor un policía, créame. En una democracia, mientras se necesite tanta plata para una elección, eso no se puede hacer sino a través de corrupción. La política sin plata no existe.
a veces hago de tesorero improvisado y guardo los jugosos recaudos en tarros de la cocina le he conseguido aportes a las campañas de personajes antagónicos como el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, un exguerrillero al que le preste mi casa de descanso en Girardot, y tambien a Germán Vargas Lleras, de derechas
Mi partido es el neo-oportunismo, la elasticidad en mis afectos políticos, es tan flexibles como la guadua y donde caben ideales a los que los separa un abismo
la política y la arquitectura sin plata no existe, mi método es el de la prueba y el error descubri que podía llegar a construir con la guadua gracias a un raro cliente al que no lo espantó un método tan arriesgado y tan costoso, La razón: el riesgo y el costo era insignificante junto al que manejaba habitualmente en su negocio.
Cuando no era nadie corrían los años ochenta y Carlos Lehder, quien luego emergería como una de las figuras más indómitas y ambiciosas del Cartel de Medellín, me encargó unas caballerizas. La condición era que tenían que ser en guadua. “Casi que fui forzado”, hasta entonces no había trabajado con esa madera y le tocó probar hasta dar con la idea de inyectar concreto en los vacíos de la guadua.
Después de esa obra crucial para mi futuro como arquitecto, otros mafiosos, rebeldes por vocación, dóciles imitadores de sus patrones o simplemente hostigados de mármol italiano, alfombras persas y baños en oro, siguieron la onda del orgullo Made in Colombia. Aún está en pie la casona en guadua, la primera de todas, que le hizo años después a la familia Ochoa, socios de Pablo Escobar, en La Pintada, o las pesebreras en la hacienda Las Mercedes, en un paraje de la vía entre Manizales y Medellín conocido como El 41”
FUENTE: Gatopardo.com
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