Las mayorías ciudadanas repudian este atraco y miran con desconfianza la famosa pedagogía de la paz que impartes estos cínicos, que Por la vía de la paz estan cometiendo un siniestro robo al erario publico.
Voy a votar el Si por el fin del conflicto armado en el Plebiscito. Tengo la certeza que el No de la guerra que promueve la ultraderecha fascista será repudiado por la mayoría de los colombianos que rechazan la violencia y el terror.
Sin embargo, esa decisión no me impide ver la descomunal desviación que se está dando en el proceso del Plebiscito por la paz.
La vieja clase politiquera, la que habita en los espacios legislativos, la misma que ha organizado potentes maquinarias clientelares y politiqueras para realizar el saqueo y despojo del Estado, ha protagonizado el más vulgar asalto de las banderas del Plebiscito para acomodarlas a sus planes de reproducción y continuidad enquistada en el aparato estatal.
Tan letal como la violencia es la corrupción. Ya conocemos las cifras de los daños de la guerra e igual vamos conociendo los datos del saqueo al Estado mediante la mermelada petrolera, los cupos indicativos, la contratación fraudulenta en las 4G y las vías terciarias, lo de Reficar, lo de los PAE, lo de Fonade (entregado al paramilitarismo costeño), lo de los niños de la Guajira, lo de la salud y lo del Fondo de Prestaciones del Magisterio.
Este descarado atraco le cuesta anualmente a los colombianos cerca de 13 billones de pesos, que se embolsillan senadores, ministros, gerentes, directores de institutos descentralizados, representantes, gobernadores, diputados, alcaldes, concejales, contratistas y gestores de proyectos de inversión y son los mismos que con tal cinismo son los que están enseñando la pedagogía de la paz.
Definitivamente así, el horizonte de la democracia ampliada se llena de nubarrones cada día más. La paz se degrada como consecuencia de la piratería del gamonalato oficialista.
Entre tanto Santos se desploma con su tenebrosa reforma tributaria hecha a la medida del FMI.
Razón tiene la delegación plenipotenciaria de las Farc en La Habana al afirmar que si triunfa el No, la negociación y el dialogo para poner fin al conflicto sigue adelante. Esa es una decisión respaldada en la convicción.
La paz no puede ser otro artefacto postizo en manos de las fichas conocidas del desastre ético que arrastra la política de las élites dominantes.
La paz tiene que ser un mensaje de esperanza, de ilusión, de justicia, de equidad y utopía para millones de seres humanos azotados por la pobreza, el desempleo, la violencia y el timo de los estafadores especializados en recuas electoreras.
El Plebiscito de los gamonales es la Colombia del pasado, la de la mentira, del engaño y la demagogia